Escrito por Stevens Rosado
Espíritu vs carne
Algunas personas dudan del hecho de que Dios puede cambiar drásticamente a alguien. En otras palabras, no creen que un asesino, violador, ladrón o prostituta pueda cambiar del todo. Argumentan que el mal siempre estará allí y prevalecerá sobre los deseos de hacer el bien. Otros agregan, que muchos buscan refugio en las iglesias para esconderse de sus perseguidores y que la casa de Dios es en realidad una “cueva de ladrones”. Probablemente la gente tenga razón en algunos casos, pero en la mayoría no.
¿Cómo puede una persona sumergida en lo mas bajo del pecado convertirse en un cristiano fiel? ¿Quién realiza ese extraordinario milagro? El Espíritu Santo sin duda. La guerra entre la naturaleza carnal (el mal) y el Espíritu (el bien) es a muerte, exageradamente sangrienta. No existe en todo el universo dos fuerzas más opuestas que estas. Por esta razón pablo advierte: “vivid según el Espíritu, y no satisfaréis los deseos malos de la carne. Porque la carne desea contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne. Los dos se oponen entre si, para que no hagáis lo que quisierais” (Gálatas 5: 16 – 17).
La única fuerza que puede combatir a los malos deseos de la carne es el Espíritu. Estas son las dos grandes fuerzas contendoras en la vida de cada ser humano. Por esta razón es vital comprender quien es en realidad el Espíritu Santo y como trabaja en el ser humano. Sin el poder del Espíritu estamos perdidos, no tenemos ningún arma contra el mal.
Esas personas pecadoras que cambiaron radicalmente sus vidas para bien y ahora están al servicio de Dios, sin lugar a dudas fueron transformada por el Espíritu de Dios, “porque en otro tiempo, nosotros también éramos insensatos, desobedientes, extraviados, esclavos de diversas pasiones y placeres. Vivíamos en malicia y envidia. Éramos aborrecibles, aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro salvador, y su amor hacia los hombres, nos salvo, no por obras de justicia que
nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavado regenerador y renovador del Espíritu Santo” (Tito 3: 3 – 5).
La obra del Espíritu Santo es tan completa que cubre cada detalle de la vida humana. Cambia lo que parecía imposible de cambiar y reconstruye de nuevo la imagen de Dios en el hombre, es decir, ese carácter que tenían Adán y Eva antes de pecar. La biblia dice claramente que Dios hiso al hombre a su imagen y semejanza (Génesis 1: 27), pero esto no solo se refiere a la estructura física sino también a la pureza de alma y perfección de carácter. En pocas palabras el Espíritu Santo sustituye nuestra naturaleza pecaminosa por la espiritual. Es allí donde encontramos el marcado contraste entre las obras de la carne que antes poseíamos y los frutos del Espíritu que ahora disfrutamos. Veamos en Gálatas 5: 19 – 25 esta marcada diferencia.
“Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, explosiones de ira, contiendas, divisiones, sectarismos, envidias, homicidios, borracheras, orgias y cosas semejantes. Os advierto, como ya en previene, los que practican tales cosas no heredaran el reino de Dios”.
“Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio. Contra estas virtudes no hay ley. Porque los que son de Cristo, han crucificado la carne con sus pasiones y malos deseos. Si vivimos en el Espíritu, andamos también en el Espíritu”.
En estas dos fuerzas se ve representado la desgracia y desdicha del hombre por un lado y la felicidad y salvación por el otro. Los frutos espirituales son muy difíciles de obtener por nuestra propia fuerza, quizá el hombre solo pueda conquistar algunos, pero sin el Espíritu en su vida es imposible conquistarlos todos.
La clave del cambio drástico del hombre pecador la encontramos en el versículo 24, donde Pablo afirma que los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y malos deseos ¡Esto es simple y sencillamente un milagro! El antes alcohólico ya no siente deseos de beber, el drogadicto de fumar y así sucesivamente, porque Dios mato ese deseo pecaminoso y lo sustituyo con los frutos del Espíritu. Pero ojo, este cambio solo se produce si el ser humano lo permite. Si el hombre sigue en su necedad o no cree en el poder transformador de Dios, el milagro jamás ocurrirá. Obtener los frutos del Espíritu en nuestras vidas y con ello matar las pasiones y deseos pecaminosos es un acto de fe.
Otro aspecto que es de vital importancia es entender que aun cuando nuestros malos deseos han sido sepultados, estos pueden resucitar si descuidamos nuestra relación con Dios. Así mismo, los frutos del Espíritu pueden desvanecerse si no se riegan y cultivan todos los días. La vida Cristiana consiste en la permanencia en Dios. Si una planta grande y fuerte deja de recibir alimento, se marchita. Pablo explica este asunto de la siguiente manera: “El que siembra para su carne, de la carne segara corrupción. Pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segara vida eterna” (Gálatas 6: 8).
“Por lo tanto, como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de entrañable compasión, de benignidad, humildad, mansedumbre y tolerancia. Soportaos y perdonaos unos a otros, si alguno tuviera queja del otro. De la manera que Cristo os perdono, así también perdonaos mutuamente vosotros. Y sobre todo, vestíos de amor, que es el vinculo de la perfección” (Colosenses 3: 12 – 14).
Lo que el ser humano realmente necesita es un nuevo nacimiento. Darle muerte al “yo” y permitir la entrada del consolador en nuestras vidas. Es así como Jesucristo hablo en relación a la transformación que debe experimentar todo cristiano: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu" (Juan 3:5 – 8).
Pablo explica de una forma sorprende este proceso de transformación al afirmar que “nosotros todos, que con el rostro descubierto, contemplamos como en un espejo la gloria del Señor, vamos siendo transformados de gloria en gloria, a la misma imagen, por el Señor que es el Espíritu” (2 Corintios 3:18).
El Espíritu nos moldea a la imagen de Dios. Nos da vida y nos libra de toda condenación, “porque si vivís conforme a la carne, moriréis. Pero si por el Espíritu dais muerte a las obras de la carne, viviréis (Romanos 8:13).
“Pero ahora, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús; (los que no andan según la carne, sino según el Espíritu) (Romanos 8:1).
“Además, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos pedir lo que conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).
“Pero vosotros, amados, edificaos sobre vuestra santísima fe, y orad movidos por el Espíritu Santo” (Judas 1:20).
La sierva del señor declaró con respecto a la transformación del ser humano a imagen de Dios de la siguiente manera: “Los que reciban el sello del Dios vivo y sean protegidos en el tiempo de angustia deben reflejar plenamente la imagen de Jesús”. “Recuerden todos que Dios es santo y que únicamente seres
santos podrán morar alguna vez en su presencia” (Primeros escritos, capitulo 17, pagina 71).
En definitiva el Espíritu Santo nos cambia de tal manera que el reflejo del carácter de Jesús se ve en nosotros. Esto nos hace actos para estar delante de la presencia del Padre y de Jesús mismo. El Espíritu nos capacita para vivir aquí en la tierra como viviremos durante los mil años en el cielo y el resto de la eternidad en la tierra nueva. Nos libra de todo pecado y nos da la fuerza para vencer el mal. Nos permite “participar de la naturaleza divina” de la cual se habla en 2 Pedro 1:4. El poder del Espíritu no es para realizar milagros visibles aunque sabemos que los suele hacer, el poder del Espíritu se manifiesta en la transformación del alma y el corazón. Al fin y al cabo el hombre fue “creado para ser semejante a Dios en justicia y santidad” (Efesios 4:22 – 24) ¡gloria a Dios! ¡Que grande su misericordia y amor!
viernes, 5 de mayo de 2017
miércoles, 22 de febrero de 2017
La evolución de pablo
Escrito por Stevens Rosado
La evolución de pablo
La evolución de pablo
El pecado se puede
vencer, pero yo caigo una y otra vez ¿será que no tengo remedio? ¿Mi relación
con Jesús no funciona? ¿Me voy a perder porque no tengo la capacidad de vencer?
Se podrá preguntar usted. Pero le tengo buenas noticias. Dios no te exige una victoria
“total y absoluta” de inmediato, de una
vez. No. Al contrario, sabe que es difícil y por eso permite que evoluciones
poco a poco. Recuerda que lo realmente importante es aprender a caminar con Él
y eso en ocasiones lleva tiempo.
Un
personaje que nos ilustra a la perfección esta idea, es Pablo. Un individuo que
al principio era asesino de cristianos, pero que termino siendo uno de los más
grandes predicadores del evangelio en todos los tiempos. Este hombre no venció
el pecado de una vez, mas bien evolucionó poco a poco hasta lograr la victoria
“total y absoluta”.
Cuando
Pablo estaba en la cumbre de la maldad, cuando lo único que pasaba por su mente
era matar a los cristianos, Jesús mismo se le apareció para transformar su vida
y darle un vuelco total. Esa alma mala y perversa estaba en los planes de Dios
para hacer maravillas en su nombre. El mundo conocería por medio de él que
Jesucristo es el Señor (Hechos 9: 1 – 23).
Aun cuando
Pablo estaba convertido y entregado por completo en la predicación del
evangelio, él mismo reconoció que algo estaba mal en su vida espiritual. El
decía: “realmente, no entiendo lo que me pasa; porque no hago lo que quiero,
sino lo que aborrezco. Y al hacer lo que no quiero, apruebo que la ley es
buena. De manera que ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí.
Se que en mi, esto es, en mi carne, no habita el bien. Porque tengo el querer,
pero no alcanzo a efectuar lo bueno. Porque no hago el bien que quiero, sino el
mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado
que mora en mí. Así encuentro esta ley: aunque quiero hacer el bien, el mal
esta en mi. Porque en mi interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo en
mis miembros otra ley, que lucha contra la ley de mi mente, y me somete a la
ley del pecado que está en mis miembros” (Romanos 7: 15 –
23).
¿Quién no se ha sentido así?, incluyéndome.
Pareciera imposible vencer el mal, aun cuando los deseos de la mente son hacer
el bien. Muchas veces nos deprimimos, lloramos y desesperamos. Pensamos que
Dios nos abandono. Que somos miserables, indignos y pobres pecadores. Y se oye
un grito desgarrador: “¡miserable de mi! ¿Quién me librara de este cuerpo de
muerte?” (Romanos 7: 24).
Pablo tenia un problema grande. Lo bueno de
todo esto es que conocía la solución. Había Esperanza. “¡Gracias doy a Dios,
por nuestro Señor Jesucristo! Así, dejado a mi mismo, con la mente sirvo a la
ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado (Romanos 7:25).
Aun en sus
luchas contra el pecado, en los constantes rechazos por parte de aquellos que
no aceptaban el evangelio, en sus fracasos y éxitos, Pablo nunca estuvo solo.
Alguien caminaba a su lado, guiándolo, fortaleciéndolo, animándolo y sobre todo
consolándolo. “El nos consuela en toda tribulación, para que también nosotros
podamos alentar a los que están en cualquier tribulación, con el consuelo con
que nosotros somos confortados por Dios” (2 Corintios 1: 4).
Algo que es vital en la lucha del cristiano
es no dejar de mirar el objetivo. Saber a donde vamos y que queremos ser para
Dios (aunque Dios tiene sus propios planes para nosotros). Si nos caemos, nos
levantamos porque tenemos la vista puesta en algo mas allá de lo que vemos. Eso
mantuvo a Pablo de pie en medio de la tormenta. “Por eso, no desmayamos. Aunque
nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior se renueva día a día.
Porque esta leve y momentánea tribulación, produce una eterna gloria, que
supera toda comparación. Así fijamos nuestros ojos, no en lo que se ve, sino en
lo que no se ve. Porque lo que se ve es temporal, pero lo que no se ve es
eterno” (2 Corintios 4: 16 – 18).
Pablo comenzó un proceso de evolución para
vencer no solamente el pecado, sino también para soportar todos los problemas
de la vida, cuando se dio cuenta que era débil y que el único que podía
sostenerlo se llama Jesús. El poder de Dios obra en nosotros cuando somos
débiles y no tenemos mas fuerzas. “Y me dijo: “bástate mi gracia, porque mi
poder se perfecciona en la debilidad”. Por eso, de buena gana me gloriare más
bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo. Por eso, por
causa de Cristo, me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en
persecuciones, en angustias. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. (2 Corintios 12: 9 – 10).
El hecho de entregarse a Dios por ser
débil, llevo al apóstol inmediatamente
al siguiente paso. Dejar el “yo” de
lado. “Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en
mi. Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el hijo de Dios,
quien me amo, y se entrego a si mismo por mi” (Gálatas 2: 20).
Si hay algo que todo cristiano debe saber, es
que no pertenece al pueblo de Dios por casualidad. Ya Dios te había elegido.
Pablo lo comprendió. Aun con su pasado destructor. Pero también entendió que el
plan de Dios para él y para todo ser humano, es que abandone el pecado y viva
en santidad. “Dios nos eligió en él desde antes de la creación del mundo, para
que fuésemos santos y sin culpa ante él, en amor” (Efesios 1: 4).
Otro aspecto de la vida cristiana que Pablo
comprendió. Es que para cumplir con los preceptos de Dios, se debe ser imitador
de Dios. “sed, pues imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5:1).
Aun cuando el apóstol había mejorado
muchísimo en comparación con aquel de Romanos 7, sentía que la tarea aun no
estaba terminada. Pero había algo que le
brindaba absoluta tranquilidad: “Estoy seguro de que, el comenzó en vosotros la
buena obra, la ira perfeccionando hasta el día de Jesucristo”. Y luego más adelante
suelta una de las declaraciones más poderosas de la biblia. “Porque para mi, el
vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1: 6,
21).
Pablo ya se estaba encontrando con un nivel espiritual
altísimo. Cristo ocupaba el primer lugar en su corazón. Una vez un hermano de
la iglesia me dijo lo siguiente: “cuando las personas son santas, nunca se
sienten como tal. La razón es que ellos comprenden realmente su necesidad de
Dios. Miran la bajeza de su vida comparada con la de Cristo y se dan cuenta que
no son nada. Pero al mismo tiempo sin saberlo son santos, personas que si Jesús
bajara en este instante, se salvarían”. Tengo la impresión de que alguien
parecido a esa descripción era Pablo. La razón es sencilla: le entrego todo a
Jesús, su corazón, su vida, su voluntad. Todo. Y ni siquiera presumió de ser
santo, al contrario sentía que aun le faltaba camino por recorrer.
“No que lo
haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si alcanzo
aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, no
considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago, olvido lo que queda atrás,
me extiendo a lo que esta delante, y prosigo a la meta, al premio al que Dios
me ha llamado desde el cielo en Cristo Jesús” (Filipenses 3: 12 – 14). Me encanta
esta declaración porque nos enseña una gran verdad. Debemos dejar el pasado
atrás, no importa lo que hayamos hecho antes, lo que importa es lo que haremos
ahora.
Entregar
nuestra vida a Cristo no es fácil. Sabemos que hay sacrificios. Momentos de
dolor y sufrimiento. Muchas cosas que antes amabas ahora tienes que dejarlas
para siempre. Pablo sufrió muchísimo en su ministerio. Vivió en diferentes
situaciones, diferentes lugares y diferentes tiempos. Pero sabes que ¡él fue un
vencedor! Y para los vencedores no hay limites, todo lo pueden. “Se vivir en
pobreza, y en abundancia. En todo estoy enseñado, para hartura como para
hambre, para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece” (Filipenses 4: 12 – 13). Cristo es nuestra eterna fortaleza. Amen.
Si tuvieras
que morir hoy ¿Cómo te sentirías? En paz porque sabes que si mueres Cristo te
resucitara en su segunda venida o preocupado porque dudas de tu salvación.
Cuando el apóstol estaba por morir no tenía dudas de su próximo destino. Sus
ojos desde hace mucho se habían fijado en algo que no se puede ver, y ahora ese
objetivo estaba mucho mas cerca. “Ya estoy para ser sacrificado. El tiempo de
mí partida esta cerca. He peleado la buena batalla de la fe. Por lo demás, me
está guardada la corona de justicia, que me dará el Señor, juez justo, en aquel
día. Y no solo a mi, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4: 6 – 8).
No te apresures en tu vida espiritual. Ve
paso a paso. Poco a poco. Deja tus cargas a Dios. Evoluciona cada día un poco mas,
pero eso si, debes ser constante. Si no eres constante en tu crecimiento
espiritual nunca podrás ser un vencedor. Y otra cosa mas, no te rindas, sigue
siempre adelante. Al final del camino sabrás que todo ha valido la pena.
domingo, 29 de enero de 2017
La esperanza que nos anima a vencer
Escrito por Stevens Rosado
La esperanza que
nos anima a vencer
Es impresionante ver el grado de maldad que existe
actualmente en la tierra: Asesinatos por doquier, robos, violaciones,
secuestros, atentados terroristas, etc. En Venezuela se han publicado libros
que muestran en detalles la maldad que puede llegar a tener el ser humano en su
interior. Asesinatos súper crueles que solo una mente diabólica podría realizar.
“Sangre en el diván”, “El grito
ignorado” y “Al filo del delito”, te
presentan el terror, el dolor y la angustia de alguien inocente que es
torturado hasta la muerte.
El amor se
enfrió y ahora las personas simplemente buscan sus interesases personales como
lo son el dinero o el placer. La sensibilidad se perdió y leer en un periódico
que matan a cientos de personas es cosa de todos los días, algo normal.
Si ha esos
hechos maléficos realizados por los hombres le añadimos la furia de la madre
naturaleza: terremotos, tsunamis, huracanes, inundaciones, etc. Producto del
calentamiento global. También la innumerable cantidad de enfermedades que
amenazan con la vida de todos los seres humanos. Cabe preguntarnos ¿Cuál es la solución para
este mundo?
Muchos
creen saber la respuesta: “un cambio de presidente mejorara el país” , “debemos
cuidar el ambiente”, “brindarles mejor educación a los niños y jóvenes”,
“colocar policías mas efectivos al cuidado de la gente”, “pedir a todos los
santos por la paz mundial”. Estas respuestas son muy razonables, pero la
realidad es que solo existe una vía de escape y tiene nombre propio:
Jesucristo.
Jesús es la
solución a todos los problemas de la humanidad. Sin embargo, he notado con
tristeza el crecimiento de la santería o brujería como primera opción de muchas
personas para obtener una vida mejor. Otros sencillamente han decidido vivir
“la vida loca”, al fin y al cabo “la vida es una sola y hay que disfrutarla”,
señalan.
Pero mi
querido amigo/a es necesario vencer para obtener una vida mejor. No busques
solución donde no la hay. No intentes tapar el sol con un dedo. Necesitamos de
Jesús. Esa es la verdad.
Imagina por
un momento el dolor de perder a un ser querido. Imagina el sufrimiento de una
persona con cáncer avanzado. Imagina la amargura de una persona que acaba de
descubrir que su pareja le es infiel. Imagina el shock que produce ver toda una
ciudad devastada por un terremoto. Imagina a millones de personas muriendo de
hambre crónica. ¿Quieres seguir viviendo en este mundo? Yo no. Definitivamente
me quiero ir al cielo con Jesús.
“Considero
que las aflicciones de este tiempo presente, no son comparables con la gloria
venidera que se ha de manifestar en nosotros” (Romanos 8: 18). Pablo tiene muchísima razón, la vida que Dios
nos ofrece es muy superior al sufrimiento terrenal. Pero la salvación hay que
anhelarla.
Me gusta
mucho un tema musical titulado “Buscadme y viviréis” de Marcos Vidal. La
primera parte de la canción muestra la queja del ser humano hacia Dios ¿Cómo es
posible que un Dios que dice ser amor, permita tanto sufrimiento en la tierra?
Niños abandonados, jóvenes acabados y la locura reinando en la humanidad ¿a
caso eso es amor? Nos has prometido tu Santo Espíritu ¿Cuándo descenderá?
Pero Dios
en su inmensa sabiduría contesta: “ustedes son necios como niños, les gusta
preguntar aquellas cosas que desde hace tiempo saben su respuesta ¿Cómo puedo
dar mi Espíritu si mis hijos no se vuelven hacia mí? ¿Dónde están aquellos
hombres como Elías que dejaron todo por seguirme a mí? ¿Qué rompieron
compromisos con el mundo solo por agradarme a mí? ¿Dónde están los José, Daniel
o Ester? si ustedes me amasen como aman sus caminos, yo abriría las ventanas de
los cielos y hoy la tierra estaría en mi poder. Mientras tanto repito como
antaño: buscadme y viviréis”.
Ciertas vez
conversaba con unos de mis hermanos en la iglesia y le comentaba que los
cristianos pasamos mucho tiempo diciendo “Cristo viene pronto”, pero hacemos
muy poco para que eso se haga realidad.
Nosotros deberíamos vivir cada día como si ya estuviéramos en el cielo.
O al menos hacer los preparativos para el viaje. ¿Cuál es ese preparativo?
Orar, estudiar la palabra de Dios y salir a predicar las buenas nuevas de
salvación.
Las
3 cosas son igual de importantes. Si haces dos y falta una, todo esta mal. Deberíamos llenarnos de gozo con cada
alma ganada para Cristo. Porque precisamente para que ese pecador no se pierda
es que Cristo no ha venido por segunda vez.
“El señor
no demora en cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que es paciente con
nosotros, porque no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento” (2 Pedro 3: 9).
¡Cristo viene! Creamos o no. Estemos
preparados o no. Nos llevara al cielo por mil años y luego nos entregara una
tierra nueva, donde disfrutaremos por toda la eternidad. ¡Esa es la solución
para el mundo! ¡Esa es la solución para ti también!, si lo deseas.
“Entonces vi un cielo nuevo y una tierra
nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, y el mar
ya no existía mas. Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, que
descendía del cielo, de Dios, engalanada como una novia para su esposo. Y oí
una gran voz del cielo que decía: ahora la morada de Dios esta con los hombres,
y el habitara con ellos. Ellos serán su pueblo. Y Dios mismo estará con ellos,
y será su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá
mas muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron”.
“Entonces, el que estaba sentado en el trono
dijo: “yo hago nuevas todas las cosas”. Y agrego: “escribe, porque mis palabras
son ciertas y verdaderas”. Y me dijo: “hecho está. Yo soy el alfa y la omega,
el principio y el fin. Al que tenga sed, le daré gratis de la fuente del agua
de la vida. El que venza heredará todas estas cosas, y yo seré su Dios, y él
será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los
fornicarios y hechiceros, los idolatras y todos los mentirosos, tendrán su
parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda””.
Apocalipsis 21: 1 -
8
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